Marzo tras marzo (cuento), de Paula Jansen


Apoyé la bolsa encima de la mesa del comedor.
—¡Qué griterío! —dije. Otra vez Juan Cruz había dejado la tele fuertísima: las voces de Didí y Dexter, me taladraban el cerebro.
Y yo, con la menopausia, ya no aguantaba tanto alarido.

Fui hasta la cocina a bajar el volumen.

Volví al comedor, y me puse con lo del cole. En una semana empezarían las clases, y tenía todo a medio hacer.
Justo había encontrado una promoción en la librería. Con la compra de cada pack de cuatrocientos ochenta hojas Rivadavia, venía de regalo un blister de etiquetas. Elegí las del Hombre Araña, que a él le encanta.

Entre mate y mate, marqué cada útil con su nombre: Juan Cruz Garibotti.

Distribuí las hojas rayadas y cuadriculadas en las carpetas, que forré con contac transparente, así duran más. Agregué separadores por materia: Lengua, Matemáticas, Ciencias Sociales y Naturales.
Ahora la cartuchera.
—Qué linda cartuchera saqué con los puntos de Disco —dije, y acaricié el dibujo del Hombre Araña.

Acomodé la lapicera, el lápiz negro, la goma de borrar, los marcadores y los lápices de colores.
—¿Usarán compás? Por las dudas, le pongo uno.

Prolijamente, fui metiendo cada cosa en la mochila. ¡Para este año le había comprado una con rueditas! Con tanto peso, no hay espalda que aguante.
Entré en su habitación. Todo en orden: su cubrecama del Hombre Araña, la televisión, la Play station y su muñeco favorito.

Abrí el placard.
Me quedé mirando...

Huy, pensé, voy a tener que hacer lugar para ubicar esta mochilota en la fila de mochilas sin uso, cargadas marzo tras marzo.

Paula Jansen
Publicado en Breves no tan breves
Trabajado en el taller litearario de Claudia Cortalezzi

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