Publicado en "Vidas breves", suplemento Cultura, diario Perfil, el 22 de julio de 2012.
Ilustrado por Marta Toledo
Como tantos argentinos que llenaron las páginas de nuestra historia, Bernardo Houssay era hijo de inmigrantes. Su madre, Clara Laffont, y su padre, Alberto Houssay, habían arribado de Francia, cada uno con su familia. Se conocieron en Argentina y se casaron en diciembre de 1879.
Bernardo fue el cuarto hijo de seis que
tuvo el matrimonio. Nació el 10 de abril de 1887, en una casa sin número de la
calle Balcarce, a una cuadra de Plaza de Mayo.
Su padre, abogado y Profesor de Francés
en el Colegio Nacional Central, siempre hallaba un momento para conversar con
los hijos. Durante la cena, les relataba historias de la literatura francesa,
española, latina y griega.
Bernardo aprendió a leer oyendo cómo su
hermano le enseñaba a su niñera.
Pronto descubriría, en la biblioteca
paterna, los libros de Víctor Hugo, Julio Verne, Mayne Reid y otros autores,
que devoró a sus anchas. A él le encantaban la historia y las biografías. Se internó
de lleno en las aventuras de Aníbal, Alejandro Magno y Napoleón. Fascinado por
vida de los misioneros y de los santos, decidió que quería convertirse en uno
de ellos. No bien advirtió los peligros a los que debería enfrentarse, cambió
de idea; dijo que sería ingeniero como su abuelo paterno.
Pero la hazaña más grande de su niñez
quedó grabada en las escuelas a las que asistió: a los cinco años, su
aburrimiento en las horas de clase hizo que se convirtiera en un problema para
sus profesores. Sin embargo, a finalizar el ciclo lectivo, le dieron el premio
al mejor alumno de su edad.
Acababa
de cumplir nueve, cuando su padre resolvió que valía la pena el sacrificio de enviarlo
a un colegio privado. Ahí, un profesor francés, Francisco Martin, notó el brillante
aprendizaje de Bernardo. Y, en unos meses, lo guió a través de cuarto, quinto y
sexto grado. Fue Martin quien procuró que ingresara al Colegio Nacional, con
solo nueve años.
A los trece, se graduó de bachiller. Cuatro
años más tarde, obtuvo el título de farmacéutico. Después estudió medicina,
destacándose en fisiología. Fundó el Instituto de
Fisiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y fue
catedrático en la Facultad de Veterinaria. Siendo jefe de Patología y Fisiología
del Instituto Nacional de Bacteriología y profesor en la Facultad de Ciencias
Médicas de Buenos Aires,
comenzó sus investigaciones: observó que sus pacientes diabéticos, que carecían
de insulina, tenían una hipófisis o glándula pituitaria hiperactiva. Y dedujo
que era esta glándula la responsable de regular los niveles de azúcar en la
sangre. Extendió sus estudios a perros: les extrajo parte la hipófisis y notó
que aumentaba la producción de insulina; y si les inyectaba la hormona, el
proceso se revertía.
En 1945 publicó el tratado Fisiología humana, que
le valió importantes premios internacionales: el de la Universidad de Toronto
(Canadá); el Royal College of Physicians
(Inglaterra) y el de la Royal Society of New South Wales (Australia).
Finalmente, en 1947, por su trabajo sobre la influencia
del lóbulo anterior de la hipófisis en la distribución de la glucosa en el
cuerpo, y su importancia para el desarrollo de la diabetes, le otorgaron el
Premio Nobel de Fisiología o Medicina. Premio
que compartió con el matrimonio Cori.
Creó el Instituto de Biología y Medicina Experimental,
donde desarrolló más de mil trabajos. Dictó cursos en las instituciones más
importantes del mundo y fue condecorado por los gobiernos de Francia, Bélgica y
Chile. Sus investigaciones dieron origen al CONICET, Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas.
Su obra más destacada es Fisiología Humana, escrita en colaboración con otros autores,
editada en 1951.
Houssay murió en 1971 y, en 1983, obtuvo el Premio Konex
de honor.
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