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Una simple palabra
(artículo aparecido en Cuasar 50/51)




escrito por
Alejandro Molina          
Claudia Cortalezzi
127 páginas
Buenos Aires 2010
Ediciones Andrómeda

Si algo no parece preocuparle a Claudia Cortalezzi son las convenciones de género, o ni siquiera los géneros mismos, y Una Simple Palabra lo demuestra cabalmente, inclasificable, deslizándose en una zona gris entre el terror onírico y el realismo mágico, y no quedándose con ninguno de ellos, es una lectura deliciosamente libre donde el lector nunca puede saber a ciencia cierta hacia dónde va la acción, sin por ello perder el estilo preciso y dinámico habitual en esta autora.
Tres personajes se encuentran en una suerte de encrucijada del destino que no pueden evitar, pero que les abre la posibilidad de tomar, en alguna medida, cierto control sobre el rumbo de su propio destino. Mucho más se podría decir del argumento: que se presenta una curiosa variante de pacto con el diablo, o que se propone que la elección del propio destino puede convertirse en una trampa que cada uno se pone a sí mismo, para acabar confirmando (¿metáfora psicológica?) que el libre albedrío es una ficción si no hay una verdadera libertad interior, o que fuerzas que están más allá de la comprensión de los personajes los manejan con hilos que aunque puedan ver no podrán cortar, y más; y todo podría finalmente ser negado, ya que el relato, aunque guiado con la austera precisión casi de un policial, permite sin embargo abrir multitud de puertas a la interpretación. Como la realidad, podemos contarlo pero no necesariamente explicarlo.
Porque lo mejor de esta obra que nos deja Cortalezzi radica justamente en que la autora construye un universo original y desconcertante, dibuja unos personajes nítidos y cotidianos (tal vez menos trabajados de lo que ha demostrado en otras ocasiones, pero consistentes), y nos cuenta la historia sin tomar parte decididamente en ella. Y es aquí donde se escapa de las convenciones del género de puro terror, al no proponer pistas claras sobre el mal o sobre el bien, ni tampoco se diluye en embigüedades estériles, simplemente se dedica a contar una historia que, como acertadamente señala el prologuista, recrea el clima del mejor David Lynch: la realidad se transparenta y superpone con lo oscuro (¿malo, fatídico?, quién sabe, simplemente oscuro) tanto en los escenarios como en las mentes.
En resumen, una notable pieza de lectura que representa perfectamente el contexto de la actividad local que se está viendo en estos últimos tiempos, fértil y sustanciosa.

¡Gracias, Alejandro!
 ¡Gracias, Cuasar!

1 comentario:

  1. TREMENDO RECONOCIMIENTO A TU TRABAJO!!
    MIS FELICITACIONES.
    UN ABRAZO

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